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A
Jossy Paola, bella como el sol
El Sol
Antiguamente el Sol vivía con su hermano menor en la tierra. Tenían
su chacrita y su casa junto a los demás hombres. Pero producían
tanto calor que los árboles se quemaban y la gente andaba sofocada
y con la piel negra.
Un día los hombres decidieron terminar con ese problema, y se armaron
con lanzas y flechas y fueron en busca del Sol y su hermano para acabar
con ellos.
Los encontraron junto al río tratando de refrescarse. Lanzaron
sus flechas certeras y el hermano menor cayó herido y murió.
El Sol logró escapar y corrió por el bosque. Corrió
tanto que los hombres no pudieron atraparlo. Luego el Sol dio un tremendo
salto hacia las alturas y allí se quedó. Hasta ahora sigue
arriba y aparece todos los días para observar a los hombres.
A veces le viene la nostagia y se acerca. En esos días hace mucho
calor y no se puede dormir ni trabajar. Pero los hombres lo amenazan con
sus lanzas y flechas, y el Sol retrocede, hasta el lugar donde siempre
lo encontramos en el cielo.
El Sol y la Luna
Hace muchos años el Sol y la Luna eran hermanos, y gustaban de
andar limpios y con la cara bien lavada. Pero eran juguetones y hacían
muchas travesuras.
Un día el Sol le hizo una broma a la Luna. Tomó entre sus
manos un poco de huito y se acercó a su hermana por la espalda,
le pintó la cara y se fue corriendo.
La Luna, sorprendida, trató de lavarse la cara en el río,
pero el huito era tan fuerte que no salía fácilmente. Resignada,
corrió a esconderse para que nadie la viera con la cara manchada.
Desde entonces el Sol aparece todos los días buscando a su hermana,
y no la encuentra. Y cuando se va al atardecer, recién la Luna
aparece tímidamente, todavía avergonzada.
La luna y el niño
Había un niño muy ambicioso que dijo:
-Yo quiero que la luna sea mi collar. Voy a traerla.
Y subió a las alturas.
Pero la luna se dio cuenta, y sin pensarlo dos veces tomó al pequeño
entre sus manos y lo convirtió en su propio collar.
El trueno
Un abuelo tenía dos nietos muy traviesos y juguetones. Un día
los niños se fueron a jugar junto al río, y el abuelo les
pidió que regresaran antes de la lluvia.
Los cielos se cargaron de nubes negras, pero los niños siguieron
jugando. El abuelo salió a mirar, y les gritó:
-Regresen ya, que viene la lluvia.
Pero los niños no lo oyeron.
De pronto, cayó la tormenta. Los niños se mojaron al instante
y resbalaron al río. El abuelo corrió para salvarlos y los
llamó, gritó con todas sus fuerzas, pero no obtuvo respuesta.
Desde entonces, cada vez que oímos los truenos en una tormenta,
es la voz del abuelo llamando a sus nietos que se cayeron al río.
El Rayo
Rayo era el nombre de un joven alegre y trabajador. Le gustaba reír,
y decía a todos los hombres:
-Es día de fiesta, hay que reír.
Y como era muy trabajador, la gente lo tomaba en serio y decía
entre sí:
-Es verdad, somos más felices si trabajamos con alegría.
Un día llegó un hombre que no quería trabajar. Arrebató
las chacras a las mujeres viudas e hizo que ellas trabajaran para él.
Entonces vino la tristeza y no todos en el pueblo podían reír.
Y como el hombre que no quería trabajar envidiaba la alegría
de Rayo, decidió matarlo, y a escondidas le arrojó una flecha
que lo hirió.
En su lecho de muerte, Rayo dijo a los hombres:
-Yo no moriré, porque la alegría y la risa nunca morirán.
Vendré siempre a visitarlos, y cuando vean un rayo durante una
tormenta, seré yo que les estaré diciendo: es día
de fiesta, hay que reír.
Rayo murió, y todos lloraron por él. De pronto, un relámpago
atravesó el cielo e iluminó la tierra. Todos vieron entonces
que Rayo había cumplido su palabra. Así nació la
fiesta del rayo, que algunos pueblos celebran en homenaje a la alegría.
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